Si el Universo existe, ha de tener culo, y además ha de haber al menos una Miss Universo con su respectivo trasero, aunque pudiendo elegir, ¿por qué no un par de universos paralelos con sus respectivos centros gravitatorios? En la imagen, el ejemplo de esta posibilidad, que bien merecería entrar en los Anales cósmicos y cosméticos con sendos títulos de Miss.
Que el Universo tiene culo es un hecho
antropo-lógicamente demostrado. Es un organismo complejo y no puede faltarle de
nada, ni siquiera la nada. ¿Quizás por eso a veces nos espanta cuando lo
observamos? Y, curiosamente, no es con la claridad del día, a pesar del
devastador vacío de algunos días de azul tan límpido y cristalino que abole el
espacio… Al fin y al cabo, ahí está el fálico faro solar para llenarlo todo con
su pastoso chorro de luz. Es por la noche cuando el cielo nos puede dar miedo:
la densidad negra denuncia su oquedad a través de las microrroturas y las
megausencias de las estrellas. Lo que nos anonada es que parezca que haya algo
allí.
Esta sensación es la que retrotrae a lo que
comunica el principio con el fin de todo, al aparato digestivo-excretor del
tiempo y de los organismos más simples; y al no encontrar sentido en ese
letargo de los sentidos, todo se convierte en una mierda medio viva, medio
muerta, ser dejando de ser. Por lo tanto, el Universo tiene culo y ahí está su
nada.
Y su culo no es como la boca del caño de una
escopeta: aterrador eyectante de entelequias de muladar. Es más humano que todo
eso: es idéntico al agujero negro del culo que se traga nuestro esperma vital y
que nos exprime hasta las heces la culebra mística de la existencia, de esta
existencia nuestra, inmensa y frágil, sumida en la tiniebla densa del agujero
negro que comunica piel y cerebro, boca y ano, ser y noser.
El culo del Universo nos asusta porque lo que
una vez expulsó, ahora lo engulle. Materia oscura fría. (¿Y no decía
Apollinaire que un culo frío era signo de buena salud? ¡Escuchemos a los
poetas, adelantados a la astrofísica y a la física de partículas sin puñetera
idea de nada, sin saber, toda ciencia trascendiendo!). Saco sin fondo por el
que se precipita el Universo en un abandono desesperado, desesperadamente
lento, de sí mismo. Es que no tiene nada más. Es que el Universo es como tú y
como yo, desangelados, culos que gravitamos los unos alrededor de los otros sin
jamás tocarnos. (¡Asintótica la caricia de los culos, tangentes curvaturas!).
Pozo al abismo por el que el sí mismo se cuela masa a través de mil esfínteres,
de mil agujeros negros de mirada apagada, lúcida, lúbrica, desmoralizante y
desopilante. Agujeros que siempre nos serán enternecedores, pues nos conducen
al culo aniquilador y hospitalario, matraz donde se agota la última
posibilidad, la de la imposibilidad, y donde, como nosotros, el Universo,
perdido, nunca se sale de sí mismo.