sábado, 16 de marzo de 2013

FERTILIDAD


Soy un medio
En medio y mitad
Entre el cielo y el suelo
Ansia de algunos
Fin de nadie
Sueño y medida
Mesura desmedida
Confín con fin

¿a dónde vas?
¿puedo seguirte un tiempo?



Cada rayo de feminidad reluce con una belleza particular, encierra en sí una propiedad que le es esencial; y alegres sonrisas, miradas maliciosas, ojos escrutadores, cabeza reclinada, grave melancolía, profundos sentimientos, cejas amenazadoras, frente misteriosa, labios interrogadores, cabelleras seductoras, altivez celestial, terrestre timidez, pureza de ángel, leves rubores, movimientos encantadores, lánguidas actitudes, deseos de soñar, suspiros inexplicables, todo ágil, senos ondulantes, pie pequeño, manos blanquísimas: todo esto son partículas dispersas, propiedad de una belleza femenina. Cada rayo de esa belleza encierra en sí una propiedad que le es esencial. […]

He de intentar alguna vez definir a un ser femenino. Y ¿qué definición podría ser la más adecuada? La de un ser que encuentra su finalidad en otro ser. […]

Está contenida toda en los límites de la Naturaleza, nunca los traspasa. Por lo tanto, no es libre sino estéticamente. Sólo por medio del hombre empieza a sentirse libre, en un sentido más profundo. […]
En todo esto hay una profunda ironía. El ser que no existe sino para los otros es el predominante: el hombre ‘liberta’, pero la mujer escoge.



¿Qué puede temer una mujer? El espíritu. Puesto que el espíritu es la negación de toda su existencia femenina.

[ KIERKEGAARD, Sören. Diario del Seductor. Barcelona: Editorial Fontamara, 1985. Traducción de Valentín de Pedro]





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