martes, 22 de mayo de 2012

3. El culo de tu mujer


  Amigo, permíteme esta pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que te fijaste en el culo de tu mujer? Sí, ya sé que lleváis muchos años casados, uno, o dos, ¡o incluso más!; y sé qué estás pensando: apesadumbrado, le hablas al culo de tu mujer, y le dices: “Has cambiado… No eres el mismo que conocí…”. Está bien: el culo de tu mujer ha perdido firmeza y ha ganado en volumen; ya no es coqueto y pizpireto; ha trocado su respingona suavidad por el acolchonamiento de un puf con piel de naranja. ¡Pregúntate si tu mirada no es superficial!




  Dices en voz baja que de todas formas algo grande tiene el culo de tu mujer: te ha arrojado al mundo infinito de los culos de otras mujeres, segundo peldaño de la teoría socrática sobre el amor a los culos. Y no puedo dejar de reconocer el valor de esa obra descomunal que expone a tu diminuto ser a un horizonte de placeres inalcanzables. Pero ese generoso acto, fíjate, te aleja del culo de tu mujer, ¡y no se lo merece: ella no lo haría, tal vez!
  No, no se lo merece. Ya no lo miras, ya no lo ves (salvo cuando se sienta, sin darse cuenta, encima del mando a distancia de la tele), y eso debería ponerte sobre la pista de la esencia de ese culo: el misterio. Porque precisamente cuando algo cae en el olvido y desaparece de la vista es el momento en el que se revela como desconocido: aquello que en paradójica relación fraktal contigo está en tu vida y te acoge con la única felicidad posible de lo ignoto. (¿Qué te parece!).
  Así es: el templo sagrado en el más sombrío claro del bosque cerrado, jamás ha tenido puerta, ese himen para Catulos llorosos apoyados en las jambas, siempre o roto o pétreo, siempre algún día inhóspito, perdido, ajado como flor despetalada, infiel por naturaleza fugaz, puerta vengativa que nada tiene que ver con la hospitalidad de lo permanentemente abierto, nunca exclusivo y, por lo tanto, ajeno a la retórica celosa de los pronombres posesivos.



[¿Pero recuerdas o no cómo era el culo de tu mujer? Ah, no que esta no es tu mujer… http://ridiculouslybeautiful.tumblr.com/]

  Míralo ahora de nuevo, penetra su esencia. ¡Culo o templo y ara de la libertad! Pues este dichoso nicho sin la vanidad de las membranas te comunica con tu soledad, con la nada de las cosas, con la metafísica de la esterilidad; y, así, puedes abandonar a dioses y especies y resolver otro misterio: el de la creación, el del ser que es: pues no hay creación, sino sólo nada; no hay ser, sino sólo un hueco en el que tu semen cae en el olvido de la metáfora del mundo visto sin la engañosa vanidad del destructor, mecanismo óptico de la vida para perpetuarse, como un espejismo, en el sorites y la aporía de la generación. Míralo sin superficie, asómate a su íntima desnudez y descubrirás su alma y que carece de la posibilidad de la traición. ¡Cuánto tiene que aprender de él el coño!
  Y por todo esto, nada nos puede parecer más triste que el hombre que ya no venera, que ya no ve el culo de su esposa, y que, además, nunca ha conocido su alma, esta sí verdaderamente bíblica: Sodoma y babilónica.

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