lunes, 30 de julio de 2012
martes, 24 de julio de 2012
INSECTO PALITO
El insecto palito cayó víctima
de su éxito. Fino, elegante, mimético, el insecto palito no solo estaba en boca
de niños y viejos, sino que fue googleado a discreción. Y esto, para quien se
confunde con una nonada, termina por convertirse en una catástrofe: se volvió
vanidoso y ya no quiso parecerse, sin más ni el menor esfuerzo, a un trocito de
ramita, y se empeñó en imitar nuevas formas y maneras.
[Insecto palito en boca de todos]
Al estar en boca de todos, el
insecto palito adornaba, orgulloso de sus metamorfosis, los rostros de hombres
y mujeres, y no era poco curioso ver por la calle a la gente con su insecto
palito en la cara, bien en forma de labios, bien en forma de lengua o dientes,
y cuando alguien hablaba, el insecto palito se convertía en una mantis atea que
devoraba el sentido de las palabras. Fue así como poco a poco se impuso el
silencio del ruido, y ya nadie quería decir nada, así que desaparecieron los
labios, la lengua y los dientes, y el insecto palito dejó de estar en boca de
todos.
[Insecto palito googleado]
Se refugió en Internet y allí
fue googleado hasta la saciedad: el insecto palito, entonces, se recreaba en
apariencias cóncavas y convexas, en dérmicas esferas y cutáneos conos, hasta el
punto de monopolizar y saturar la Red con su proteica variabilidad, lo que
desembocó en una querella por lo judicial que quedó resuelta por la vía
comercial.
[Insecto palito por Wassup]
Sí, el insecto palito tuvo que
abandonar los buscadores, pero, a cambio, podía ser enviado por Wassup.
[Insecto palito coltán]
Sin embargo, y a pesar de lo
ufano que se sentía el insecto palito en lo que él creía su prestigiosa
escalada tecnológica, la vanagloria lo redujo a coltán, y ahora el insecto
palito padece una continua guerra que le hace añorar la anonadada paz de su
sencillo parecerse a un trocito de ramita.
sábado, 14 de julio de 2012
4. El culo del niño zangolotino
Este
zangolotino tiene un culo pantuflero y señorial, y no se lo puede quitar de
encima, muy a su pesar.
[He aquí un zangolotino robótico
y un culo virtual. Fuente: http://mividainsustancial.blogspot.com.es/2007_12_01_archive.html]
Es un
culo canoso y el retinte no lo puede evitar.
Es un
culo de molicie y la bicicleta estática no lo puede agilizar.
El
culo del niño zangolotino es la carpa de un circo en cuya pista central tiene
lugar el largo número del aburrimiento: un número, como todos, inagotable
cuando se le descuartiza: el tiempo medido en experiencias pone ante el niño
zangolotino un cero culón. Y el tiempo se acaba: y el culo que en sus mejores
días reposaba en el placer tibio de los bien planchados pantalones de pana,
desde hace un par de meses se desvive y amenaza con convertirse en un peso
pesado y muerto. Ya no será, este culo, fuente imantada, sino piedra podrida.
Por
eso ahora se da prisa. Y con las prisas olvida que su culo es abandonada nariz
de payaso, desagradable culo de babosa, ridículo cacho de carne fláccida que
ninguna calipigia querrá tocar.
¡Pobre niño zangolotino! ¡Cómo no compadecernos de su ridículo! Nos gustaría
ayudarle. Nos gustaría presentarle a una tía solterona que tenemos en el
pueblo. Pero el niño zangolotino aprieta el culo ante la callosidad de nuestra
propuesta. ¡Él tiende a la crema vivificante y elixir de la juventud! ¡Toda su
vida ha sido ejemplar y ahora quiere ser Don Zangolotino! Y no por egoísmo, no,
sino por sacrificado. Y no por perverso, no, sino por buen padre y mejor
marido. Y no por muerto de asco, no, sino por vivito y coleante culo ateo de
repente (ya se sabe que el pene es ateo de nacimiento, ¡pero qué melancolías no
esconde el claustro de un culo descreído!); sin más fe que la fe en el gusto
del culo hoy y en el estreñimiento de mañana.
¡Niño
zangolotino! ¡A tu edad! ¿Qué has hecho de tu vida, tonto de ti? ¿A dónde vas
ahora, que ya no gustas a las que te gustan?
[¿Estreñimiento? ¿Disgusto? Fuente: http://www.clubvwgolf.com/foro/showthread.php?128141-The-Collection]
¿Por
qué sales a estas horas, si no fumas y el tabaco es caro y perjudica gravemente
la calidad del semen? ¿Ya no te acuerdas de que tu esposa tiene lumbago crónico
y está indefensa en su obesidad, luego no puede vengarse? ¿Ya no te acuerdas,
¡villano!, de cómo esa santa dejaba que casi te corrieras en su cara, hace
mucho, cuando cumplías años? ¿Y así se lo pagas, lujurioso buscador de
emociones? ¿Y no te acuerdas tampoco de lo de ayer mismo, cuando te volviste
translúcido al atravesar, ¡qué pillín!, aquel rebaño de colegialas? ¡Sal en pos
de la inmortalidad! ¡Ahora eres un vampiro y necesitas sangre fresca!
Todo
te lo perdonamos, sin embargo, porque te entendemos. Entendemos que lo más
importante es vivir la vida con intensidad, ¡sí! Entendemos que habías sido
víctima de la catacúmbica tradición. ¡No! ¡Libérate al fin! ¡Aún eres joven! Tu
culo (hemos exagerado) no es tan pantuflero ni babosil. ¡No! Tú no eres un
viejo verde: lo que pasa es que el camino de la tradición te hizo agotar las
posibilidades de tu centro de trabajo, ¡y qué desvencijadas posibilidades eran,
a la par que imposibles para ti!; y pasa también que se te ha dado por leer a
Houellebecq, y entender no lo has entendido muy bien, claro, ¡pero qué
imágenes, qué de conejitas, y tu culo agazapado!
Es un
culo desesperado. ¡Libertad!
Es un
culo preesclerótico. ¡Vida!
Es un
culo amanerado, caballeresco y pelota. ¡Qué se le va a hacer!
El
culo del niño zangolotino, y esto lo salva, es de todo menos zangolotino.
FENÓMENO MAÑO
Pareja mayor, de unos sesenta
años, sentada en una mesa próxima del restaurante de playa. Ambos son menudos.
Ella con moderna camisa blanca y falda marrón con cinturón de piedrecitas. Un
tanto demasiado moderna, quizás. Él con pelo y bigote muy negros y bastante
calvo. Un matrimonio ordinario, pasan inadvertidos.
De pronto suena un móvil a
todo volumen con música verbenera. No puede ser suyo, pienso, parecen
discretos. Error. Responde ella, y a pleno pulmón, audible por todo el pueblo:
¿Qué YA ESTÁS AQUÍÍÍÍÍÍ?! ¿DÓNDE? ¿PERO DÓNDE ESTÁS, SOBRINO? CLARO, CLARO QUE
SÍ. ESTAMOS AQUÍ EN UN VELADOR. ¡PERO QUÉ PRONTO HAS LLEGADO!!!! ¿SE HA
ADELANTADO EL AUTOBÚS? ¡QUÉ ALEGRÍA MÁS GRANDE! ESPERA, ESPERA, QUE VA EL TÍO FERNANDO
A POR TI. NO TE MUEVAS DE AHÍ. ¡TÚ ESPERA!
Fernando se va presuroso, pero
antes pide a su mujer que hable un poquito más bajo. Ella sigue al teléfono,
embriagada por la emoción. Pasados unos minutos cuelga y aparecen tío y
sobrino.
¡Y COMIENZA LA FIESTA! ¡Qué
derroche de entusiasmo, de alegría, de abrazos y preguntas, qué ir y venir,
sentarse y volverse a levantar, juntos o a pares, o uno u otro, y el perrito
Yorkshire, excitado, que no sabe a quién mirar, y la maleta roja, grandota, de
acá para allá, también alborotada, no sabe dónde ponerse, y el ordenador del
muchacho en su maletín va y viene por la mesa, y venga besos y efusiones, y más
abrazos y recuerdos-de!!
Han llenado el escenario, son
únicos, incomparables. Los ocupantes de todas las demás mesas, personajes
secundarios, no podemos más que admirar aquel derroche de auténtica dicha
lanzada al aire a borbotones.
Y ahora es el tío Fernando
quien habla por teléfono, probablemente con los padres del adolescente, ¡aún
más alto que su señora! Y el sobrino, alegre, risueño, inocente, parlanchín,
tampoco calla. Todos hablan a la vez, se interrumpen, se ríen, se preguntan, no
escuchan y vuelven a preguntar. Que si aquí hay internet 3D, que si el móvil de
300 euros, que si el azúcar que mi madre me ha dicho que coja para evitar mareos,
que… ¡¡¡PERO SI HEMOS VENIDO PA VEEEEEEEEEEEEEETE!!! (¡así, sin “r”!), ¡¡QUESTO
NO ES EL PUEBLO DEL PIRINEEEEEEEEEEEEO!!, interrumpe el tío Fernando a voces. Y
la tía se levanta y besuquea al zagal, y le atusa el pelo, y revolotea
alrededor de la mesa seguida por el perrito (con grave riesgo de morir
aplastado en un súbito giro de ella).
¡Qué desvarío! El público,
nosotros, entregados, ellos magníficos en su papel. Heidegger, los griegos, lo
real, lo posible, cualquier tema de conversación anterior, está de más. El
espectáculo es arrebatador, insuperable.
La camarera (y dueña del
local) se acerca vacilante. Incluso ella, normalmente altanera y hosca, siente
que está de más. Piden agua para el muchacho, pagan y (¡nooooooooo!) deciden
que es hora de marchar. El niño tiene que descansar del viaje antes de cenar.
Se reinicia el trajín
desaforado, el movimiento descontrolado de maleta, las carreras del perro, el
salimos-por-aquí, no-no-por-allí, incesantes idas y venidas. Y finalmente se
alejan parloteando alegremente.
El público, desolado, se
siente tentado de seguirles. Sabe que la función no ha terminado, que actores y
escenario siguen en otro lugar. Tanta
emoción nos ha dejado exhaustos. Hemos quedado impregnados de aquella risueña tropa
y la atmósfera que han creado y sólo de ellos podemos hablar, del ciclón maño.
Flaubert, ¿dónde estabas, Flaubert?!
jueves, 12 de julio de 2012
BUTT CONTEST (3)
Who painted these buns? Can you name the picture?
Post your guess!
You can see the correct answer in the next issue of our BUTT CONTEST.
And here is the answer to our previous issue: Study from the Human Body, by Francis Bacon.
You can see the correct answer in the next issue of our BUTT CONTEST.
And here is the answer to our previous issue: Study from the Human Body, by Francis Bacon.
It was painted in 1949 and can be seen at the National Gallery of Victoria, Melbourne.
domingo, 8 de julio de 2012
sábado, 7 de julio de 2012
PRISONS. Oscar Wilde
ELLMANN,
Richard. Oscar Wilde. London: Penguin Books, 1987.
We can
but highly recommend a magnificent biography of Oscar Wilde by the author of
other excellent biographies, such as Joyce’s: Oscar Wilde,
by Richard Ellmann. Ellmann offers us his profound knowledge of Wilde with the
utmost credibility, unaffected by his obvious devotion towards the writer and
the person. The riches and precision of the vocabulary that he employs and the
vast array of facts about Wilde’s work and life give the reader a sensation of
following Wilde and even being an observer of his contradictions, delights,
afflictions, and, what’s more important, of his development as a human being.
Ellmann starts every
chapter with a quotation of Wilde’s words and after that provides us with a
thorough display of details of his writings, life, relations, joys, and
misfortunes. Under this light we confirm what we could glimpse when reading
every one of his books, that Wilde was pure excess, just like life, and he
could not be stopped by morals, even though these could (and did) crush him.
“Though he offered himself as an apostle of pleasure, his created work contains
much pain” (p. xiv).
[Oscar Wilde. Picture taken from http://www.quotezuki.com/author/oscar-wilde/page3]
He was the best
company, witty and an unequalled conversationalist, always generous with his
guests and acquaintances, lovers or even strangers. He didn’t receive the same
token when he was accused of immorality and sent to prison. Most of his friends
abandoned him and refused to help, and the few years he lived after being in
jail he was ruined. He died in exile accompanied only by a couple of friends,
Reggie Turner and especially Robert Ross, who never left him. His personality
and his intelligence were not fit for the times, which were but rigid and hypocritical,
and nothing was more alien to Wilde, whose passion for life was endless and
could not possibly be hidden.
Life or art, what comes
first? Both were irresistible for Wilde, but there can be no doubt when knowing
him in such depth as Ellmann does: Life is generosity and splendor, but it
comes second, as it can only imitate art, and only the latter can come near
perfection and is a mirror to life. Art is the true creator, and only creators
can shape life. This explains why Wilde was so careful with every detail, every
word he chose, every garment he wore, his hair, his surroundings, his home and
its decoration, etc. Everything had to be perfect, a work of art, for life
deserves no less. Morality is only a constraint and limits the creator. Only
intelligence and taste can prevail. That’s why he never confined himself to one
specific faith or group (he played with the idea of becoming a Christian and
joined masonry at the same time!). Why not taste them all? He had to be sent to
prison by the society that he had exposed to put limits to his passion for
life, and that killed him. We can imagine the suffering of such sensibility
imprisoned. No blue china, no champagne, no books, no words, no air. A man of
his delicacy could not survive the lack of beauty and the fetid air of jail.
His purity was suicidal.
“Essentially Wilde was
conducting, in the most civilized way, an anatomy of his society, and a radical
reconsideration of its ethics. He knew all the secrets and could expose all the
pretense. Along with Blake and Nietzsche, he was proposing that good and evil
are not what they seem, that moral tabs cannot cope with the complexity of
behavior. His greatness as a writer is partly the result of the enlargement of
sympathy which he demanded for society’s victims” (p. xiv). “We inherit his
struggle to achieve supreme fictions in art, to associate art with social
change, to bring together individual and social impulse, to save what is
eccentric and singular from being sanitized and standardized, to replace a
morality of severity by one of sympathy” (p. 553).
Wilde, we dare add,
couldn’t possibly have had a more appropriate name and definitely honoured it,
as Ellmann’s biography depicts with such precision and elegance.
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