sábado, 14 de julio de 2012

4. El culo del niño zangolotino


  Este zangolotino tiene un culo pantuflero y señorial, y no se lo puede quitar de encima, muy a su pesar.


[He aquí un zangolotino robótico y un culo virtual. Fuente: http://mividainsustancial.blogspot.com.es/2007_12_01_archive.html]

  Es un culo canoso y el retinte no lo puede evitar.
  Es un culo de molicie y la bicicleta estática no lo puede agilizar.
  El culo del niño zangolotino es la carpa de un circo en cuya pista central tiene lugar el largo número del aburrimiento: un número, como todos, inagotable cuando se le descuartiza: el tiempo medido en experiencias pone ante el niño zangolotino un cero culón. Y el tiempo se acaba: y el culo que en sus mejores días reposaba en el placer tibio de los bien planchados pantalones de pana, desde hace un par de meses se desvive y amenaza con convertirse en un peso pesado y muerto. Ya no será, este culo, fuente imantada, sino piedra podrida.
  Por eso ahora se da prisa. Y con las prisas olvida que su culo es abandonada nariz de payaso, desagradable culo de babosa, ridículo cacho de carne fláccida que ninguna calipigia querrá tocar.
  ¡Pobre niño zangolotino! ¡Cómo no compadecernos de su ridículo! Nos gustaría ayudarle. Nos gustaría presentarle a una tía solterona que tenemos en el pueblo. Pero el niño zangolotino aprieta el culo ante la callosidad de nuestra propuesta. ¡Él tiende a la crema vivificante y elixir de la juventud! ¡Toda su vida ha sido ejemplar y ahora quiere ser Don Zangolotino! Y no por egoísmo, no, sino por sacrificado. Y no por perverso, no, sino por buen padre y mejor marido. Y no por muerto de asco, no, sino por vivito y coleante culo ateo de repente (ya se sabe que el pene es ateo de nacimiento, ¡pero qué melancolías no esconde el claustro de un culo descreído!); sin más fe que la fe en el gusto del culo hoy y en el estreñimiento de mañana.
  ¡Niño zangolotino! ¡A tu edad! ¿Qué has hecho de tu vida, tonto de ti? ¿A dónde vas ahora, que ya no gustas a las que te gustan?



  ¿Por qué sales a estas horas, si no fumas y el tabaco es caro y perjudica gravemente la calidad del semen? ¿Ya no te acuerdas de que tu esposa tiene lumbago crónico y está indefensa en su obesidad, luego no puede vengarse? ¿Ya no te acuerdas, ¡villano!, de cómo esa santa dejaba que casi te corrieras en su cara, hace mucho, cuando cumplías años? ¿Y así se lo pagas, lujurioso buscador de emociones? ¿Y no te acuerdas tampoco de lo de ayer mismo, cuando te volviste translúcido al atravesar, ¡qué pillín!, aquel rebaño de colegialas? ¡Sal en pos de la inmortalidad! ¡Ahora eres un vampiro y necesitas sangre fresca!
  Todo te lo perdonamos, sin embargo, porque te entendemos. Entendemos que lo más importante es vivir la vida con intensidad, ¡sí! Entendemos que habías sido víctima de la catacúmbica tradición. ¡No! ¡Libérate al fin! ¡Aún eres joven! Tu culo (hemos exagerado) no es tan pantuflero ni babosil. ¡No! Tú no eres un viejo verde: lo que pasa es que el camino de la tradición te hizo agotar las posibilidades de tu centro de trabajo, ¡y qué desvencijadas posibilidades eran, a la par que imposibles para ti!; y pasa también que se te ha dado por leer a Houellebecq, y entender no lo has entendido muy bien, claro, ¡pero qué imágenes, qué de conejitas, y tu culo agazapado!
  Es un culo desesperado. ¡Libertad!
  Es un culo preesclerótico. ¡Vida!
  Es un culo amanerado, caballeresco y pelota. ¡Qué se le va a hacer!
  El culo del niño zangolotino, y esto lo salva, es de todo menos zangolotino.


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