“El individuo puede idear toda clase de objetivos personales, de fines,
de esperanzas, de perspectivas, de los cuales saca un impulso para los grandes
esfuerzos de su actividad; pero cuando lo impersonal que le rodea, cuando la
época misma, a pesar de su agitación, está falta de objetivos y de esperanzas,
cuando a la pregunta planteada, consciente o inconscientemente, pero al fin
planteada de alguna manera, sobre el sentido supremo más allá de lo personal y
de lo incondicionado, de todo esfuerzo y de toda actividad, se responde con el
silencio del vacío, este estado de cosas paraliza justamente los esfuerzos de
un carácter recto, y esta influencia, más allá del alma y de la moral, se
extenderá hasta la parte física del individuo. Para estar dispuesto a realizar
un esfuerzo considerable que rebase la medida de lo que comúnmente se practica,
sin que la época pueda dar una contestación a la pregunta “¿para qué?”, es
preciso un aislamiento y una pureza moral que son raros y una naturaleza
heroica o de vitalidad particularmente robusta. Hans Castorp no poseía ni lo uno ni lo otro, no era, por lo tanto, más que un hombre; un hombre, en uno de sus sentidos más honrosos”.
(La Montaña Mágica. Thomas Mann. 1924)
(La Montaña Mágica. Thomas Mann. 1924)
(El paseo. Marc Chagall.)
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