Esto asegura el DRAE (es casi literal, palabrita del niño Jesús):
Una voz es: Un sonido de calidad que emiten los heridos del viento, o aquellos
que están hiriendo de él; un grito esforzado de un músico que canta con facultades
(o sin ellas, que eso da lo mismo) y con permiso del respetable; un músico que
a veces canta a coro, dios mediante. En ocasiones alcanza la fama y entonces
sirve de pretexto público para que el personal vaya al karaoke del Casco
Antiguo más cercano a desgañitarse tras una asamblea etílica, también llamada comilona
(ágape pa los de la ESO).
Una palabra es: Un segmento, es decir, un pedacito, imprescindible
cuando se pretende hacer uso de la oratoria o representarla gráficamente (siempre,
ojo, que se tengan aptitudes…) para testimoniar lo que se suele afirmar (cuando
te apetece, vamos, que tampoco uno tiene siempre el día para empeñarse en su fe),
con pleno derecho de sentenciar y prometer (que luego el tiempo dirá si se
puede o no se puede, o se quiere o no, que la atmósfera y la presión cambian
una jartá de un rato pa otro).
Ahora bien, y aquí es donde se complica la cuestión, a veces una voz es... una palabra o vocablo. Así no hay dios que se aclare. ¿Pa eso pagamos a los académicos?!
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