¿Qué es un peluquero?
Básicamente, alguien que conoce nuestra cabeza y a quien pagamos para que nos
tome el pelo. Antiguamente existían los bufones, humoristas a quienes se
mantenía para que a través de burlas dijesen la verdad, pues sabían de lo que
hablaban.
Recuerdan Auto de fe, ¿no? Una cabeza sin mundo, un mundo sin cabeza, un
mundo en la cabeza… La novela sobre la relación fractal entre mundo y
conciencia, un punto de partida para reflexionar sobre la reflexión y las
consecuencias que tiene en el mundo una conciencia que se piensa. Cualquiera
que se dedique a la introspección conoce sus peligros, que no son tanto los de
la inmovilidad como los de ir a estrellarse sin descanso contra costas plagadas
de las sirenas de la propia conciencia, haciendo que se desvanezca el mundo
para poblar la mónada de fantasmas más reales que el propio mundo.
Kafka lo sabía. “Mi odio a la
observación activa de sí mismo. […] Soportarse a sí mismo con calma, sin
precipitarse, vivir como es debido, no andar mordiéndose la cola como los
perros” (p. 324). La relación no especular sino de mise en abyme entre mundo y conciencia puede comenzar con la
observación de uno mismo ante el espejo, que surte los mismos efectos que dar
la vuelta al mundo para conocerse a sí mismo: “Hace un momento he estado
mirándome detenidamente al espejo […] y, después de una inspección bastante
detenida, me he encontrado mejor de lo que suponía. […] Mi mirada no es
desolada […] es más bien una mirada increíblemente enérgica, si bien quizá era
simplemente observadora, ya que yo estaba observándome en ese momento y quería
infundirme miedo” (p. 327).
Suele pasar que cuando uno se
queda a solas consigo mismo desee infundirse miedo para no sentir el miedo que
ya se tiene. De ahí, quizás, que la conciencia necesite de otras conciencias
para no verse reflejada: “Incapacidad de soportar la vida solo, pero no
incapacidad de vivir, todo lo contrario” (p. 300). ¿Qué tenía Kafka en la
cabeza?
“El tremendo mundo que tengo
en la cabeza. Pero cómo liberarme y liberarlo sin desgarrarme. Y es mil veces
preferible desgarrarme que retener o sepultar ese mundo dentro de mí. Para eso
estoy aquí, eso es lo que tengo completamente claro” (p. 296).
No a la soledad, no a la
introspección, no al mundo en la cabeza. ¿A quién necesitaba Kafka? “29.III
1912. Mi alegría en el cuarto de baño. – Conocimiento gradual. Las tardes que
he pasado con mi pelo” (p. 267).
Pues Kafka, como todos
nosotros, necesitaba a un experto en su cabeza: un peluquero. Ahora bien, como
Kafka no era como todos nosotros, no queda más remedio que admitir que era y
sigue siendo nuestro peluquero.
_____
*Entre paréntesis, las páginas
correspondientes a las citas tomadas de KAFKA, Franz. Diarios. Barcelona: DeBolsillo, 2010, traducción de Joan Parra y
Andrés Sánchez Pascual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario